Madrid: no sólo una conferencia…
El Teatro Real y el Teatro de la Zarzuela dieron una cálida bienvenida a los 325 participantes de la conferencia de Opera Europa en Madrid del 6 al 8 de mayo. Durante esos días, además, hubo la oportunidad de ver Clementina, La Traviata y El retablo de Maese Pedro. Henry Little, autor de esta reseña sobre la conferencia, preside el National Opera Co-ordinating Committee del Reino Unido y es el director de Orchestras Live.
En su discurso de bienvenida, Nicholas Payne reconoció que estaba algo inquieto. Creía que haber programado la conferencia a sólo un día de las Jornadas Europeas de la Ópera, haría que nadie asistiera. Pensaba que todos se quedarían en sus teatros ultimando detalles de las celebraciones del tema de este año: ópera en vivo y en línea. Sin embargo, Nicholas no tendría que haberse preocupado: 325 representantes de 140 compañías de 35 países viajaron hasta Madrid para debatir y discutir durante tres días los principales problemas y retos a los que se enfrentan.
Nicholas afirmó que el evento de Madrid era uno de los más ambiciosos que Opera Europa había emprendido hasta la fecha. “No se trata sólo una conferencia”, dijo. Quizá el lanzamiento de The Opera Platform fue la razón que generó tanta asistencia de miembros de Opera Europa.
Tras la presentación formal para la prensa de esta innovadora y cualitativa alianza, a lo largo de esos tres días hubo extensas discusiones sobre los distintos enfoques para llegar a públicos más amplios mediante la distribución digital. Peter Maniura de la BBC e IMZ explicó que hace falta “hablar todavía más fuerte en un mundo ya amplificado”. Su propuesta: promover extensamente la cultura del compartir, que describió como “la gran idea” de la era digital. Este enfoque debería sonar bastante familiar a la ya existente (y esencial) cultura colaborativa de los miembros de Opera Europa.
Cada teatro de ópera tiene un enfoque distinto acerca del streaming digital, pero una preocupación común fue cómo encontrar el equilibrio entre el material de largo formato (una ópera entera) y el corto (entrevistas, cortos, documental). Peter Maniura afirmó que no es suficiente emitir una ópera entera para inspirar y retener al público online y que se necesitan todo tipo de materiales contextuales. Las prioridades de un teatro y las de un difusor digital pueden ser muy distintas, señaló Nicholas, y pasó a identificar algunos de los resultados que determinarán el éxito de la plataforma en el futuro. El principal, según él, serían los progresos tangibles en la negociación con los artistas y editores de los derechos, haciéndolos asequibles y sostenibles. También hizo hincapié en que The Opera Platform es un recurso para todos los miembros, y no sólo un club exclusivo de las 15 casas que se han comprometido a retransmitir dos de sus óperas a lo largo de los próximos años. Payne también reconoció que la nueva plataforma vivirá o morirá dependiendo de la cantidad y calidad de su contenido. Desde mi punto de vista, medir en términos cualitativos y cuantitativos el compromiso y entusiasmo de los nuevos públicos será un factor clave para determinar el éxito de la plataforma. Una de las conclusiones unánimes de la conferencia fue confirmar la primacía de la experiencia de la ópera en vivo, por lo que además se podría formular la siguiente pregunta: ¿cómo puede la plataforma ayudar a que el teatro de ópera se convierta en una parte emocionante y dinámica de la sociedad contemporánea?
Andreas Homoki de Zúrich se mostró escéptico ante la posibilidad que una plataforma digital pueda realmente crear nuevo público para la ópera en vivo. Afirmó que es necesario que un teatro se arraigue en su comunidad para ser accesible a todos los públicos, y alertó de los peligros de seguir la “superficial moda” del streaming. Según Homoki, existe el riesgo que esta práctica ponga en peligro la calidad artística de la institución.
Su predecesor, ahora en Milán, Alexander Pereira destacó el vínculo entre el Estado y la inversión empresarial, pues el primero es un poderoso catalizador para atraer a estos últimos. Animó a sus compañeros a quitarse la vergüenza para pedir dinero a posibles patrocinadores y explicó que las grandes empresas ven la cultura (y la ópera) como una parte muy atractiva del entorno de trabajo y de vida de sus empleados. Defendió además un nuevo modelo para compartir recursos, y puso como ejemplo los cinco teatros, incluyendo La Scala, de la región de Lombardía que comparten regularmente medios técnicos y talleres.
La sesión sobre presupuestos de producción y eficiencia en costes no fue la charla árida que su título podría haber sugerido. La nueva base de datos financiera lanzada por Opera Europa puede convertirse en un exhaustivo análisis sobre coste relativo de la actividad operística profesional en Europa. Actualmente está limitada a quince miembros con acceso exclusivo a datos comparativos. Escuchamos como aquellos teatros y compañías participantes pueden ahora tomar referencias, medir el coste de su trabajo y comparar resultados. Espero que todas estas valoraciones tan positivas generen inscripciones de muchos más miembros. Una eventual participación de todos los miembros podría generar un valioso instrumento para asegurar la inversión local y al mismo tiempo promover la labor del sector ante los distintos organismos europeos e internacionales.
En una sala llena a rebosar y sentados informalmente, Nicholas Payne invitó a cuatro directivos de las compañías de Múnich, Cardiff, Oslo y Turín a presentar sus dos principales problemas actuales así como sus cuatro mayores retos para el futuro. Para mí, esta fue una de las sesiones más estimulantes de la conferencia.
Las cuatro contribuciones de Messrs Ruhe, Pountney, Hansen y Fournier-Facio tuvieron un punto en común: la necesidad de encontrar una identidad única, local y convincente en lo artístico y operativo, y tener el coraje de seguir un camino propio frente el peligro que supone la globalización de la ópera, con producciones por todo el mundo que parecen salidas de la misma fábrica.
Descubrir y desarrollar un contexto dinámico y estimulante para la compañía de ópera es, según David Pountey, una noble y necesaria ambición. De igual importancia, dijo Gaston Fournier-Facio, es la necesidad de combatir la amenaza que supone la eliminación de la música de la enseñanza obligatoria en las escuelas; un desastre para la atracción de nuevos públicos en futuro. Nicholas afirmó que el objetivo de la sesión era identificar y acordar temas relevantes para futuras conferencias de Opera Europa. Este fue uno de los debates más exitosos de las tres jornadas en Madrid.
Por último, todavía resuenan en mí cabeza las palabras de Marc de Mauny de Perm sobre la censura política, que sigue siendo un peligro real para la comunidad cultural, incluyendo los teatros de ópera. Tras describir el choque que hay en Rusia entre políticos y sector cultural, urgió a los miembros a hacer lobby a favor de la libertad artística. Citando la reciente cancelación de la retransmisión de The Death of Klinghoffer como respuesta a las presiones de mecenas en la Metropolitan Opera, David Pountney recordó a los miembros que la censura no viene sólo del Estado. Tanto Nicholas como Homoki coincidieron en que todo es permisible en un teatro de ópera siempre que se haga con integridad artística. Varios miembros sugirieron que es necesaria una respuesta ante los ataques de la censura; al fin y al cabo, en palabras de Alexander Pereira, no hay futuro sin solidaridad.